La relación del marido con su mujer era muy celosa. La esposa no era una esclava, pero tenía posición netamente subordinada en lo económico y lo social. Si el cónyuge la maltrataba y la mujer huía, podía ser obligada a volver, usando incluso violencias físicas. La poligamia estaba permitida, aunque no era costumbre dominante; lo más común era no tener más de dos mujeres. Muchas veces surgía porque la esposa pedía tener ayuda en sus tareas domésticas, siendo en tal caso frecuente que se convocara a su hermana menor; otras veces nacía de la obligación social de proteger a la mujer del hermano si quedaba viuda.
Era habitual que las personas de edad fueran
respetadas; a veces quedaban solitarios por la dificultad
de desplazarse y seguir al grupo, pero en tal caso recibían
ayuda. Las enfermedades eran atribuidas a brujerías,
no se las consideraba naturales. Cuando alguien moría,
sus deudos gemían, lloraban, se rasguñaban torso
y miembros, se tonsuraban y se pintaban el rostro; sin embargo,
las descripciones no sugieren que las manifestaciones de dolor
hayan sido tan aparatosas como entre los yámanas. El
cadáver era envuelto en su manto y atado a palos rectos;
luego era inhumado en campo abierto o al pie de rocas. Al
cadáver no se lo acompañaba con ajuar funerario
alguno y se borraban las señales exteriores que delataran
el lugar de la sepultura. Luego del entierro, los bienes del
difunto eran destruidos -incluida la choza- pero no se mataban
los perros. No está clara la razón de esta selección,
pero tampoco está claro si existía propiedad
personal sobre los perros. El nombre del muerto no debía
ser pronunciado y se evitaba pasar por el lugar de la sepultura
hasta que se hubiera perdido memoria de su existencia. Había
asimismo reuniones de lamentación.
Las familias vivían en forma independiente,
aunque solían reunirse en ocasión de varamientos
de ballenas, cacerías colectivas, celebración
de un hain, competencias deportivas o fallecimiento de alguna
persona renombrada. Había también reuniones
no periódicas de intercambio de bienes y sociabilidad.
Por lo tanto, no eran infrecuentes las agrupaciones plurifamiliares.
Por encima de las familias, los selk'nam
y los haush pertenecían a linajes patrilineales y patrilocales
que compartían comunitariamente la posesión
de un territorio específico. Los límites estaban
fijados en piedras, montículos, cursos de agua, colinas,
etc.; se suponía que debían ser respetados generación
tras generación, pero podían sufrir modificaciones
por conquista o por extinción de algún linaje.
A través de esos territorios o "haruwen"
los linajes se vinculaban con determinados personajes míticos
que los habían recibido en el origen de los tiempos,
pero no se consideraba que descendieran de ellos. Es incorrecto
llamar "bandas" o "clanes" a esos linajes.
Los linajes no tenían jefatura definida.
Las familias integrantes de cada linaje se movían y
actuaban en forma independiente, pero tenían derecho
compartido a la totalidad de bienes y animales de caza existentes
en el respectivo territorio. Ingresar a un territorio ajeno
sin contar con previo permiso no era permitido; intentarlo
sin ese requisito podía dar lugar a sangrienta represión.
Inclusive la penetración de un perro perteneciente
a otro linaje podía dar lugar a represalias, debido
a la posibilidad de que espantara la caza. Si en el territorio
propio la subsistencia se había hecho difícil,
se podía solicitar autorización para pasar a
otro, pero ello obligaba a retribución con obsequios
inmediatos y promesas de futura reciprocidad. Como el matrimonio
era exógamo, la esposa solía provenir de otro
linaje y esto generaba relaciones de parentesco que amortiguaban
los conflictos. Sin embargo, la hostilidad era muy frecuente.
Homicidios, violaciones de límites, agravios al honor, rapto de mujeres y simples intrigas eran causas habituales de mortíferas riñas colectivas.
Los xo'on eran una mezcla de hechiceros,
chamanes y curanderos. Se les atribuía poder sobre
el clima, la caza y la guerra, restablecían la salud
afectada por brujerías ajenas y hacían presagios.
Eran temidos porque creían que podían matar
con sus poderes. Se preparaban para actuar mediante una especie
de autohipnosis. Efectuaban cantos y manipulaciones y se suponía
que se servían de diversas fuerzas inmateriales.
Los selk'nam creían en la existencia
de espíritus de los bosques, las montañas, los
lagos, los animales y los hechiceros ya muertos. Aceptaban
que los seres humanos tenían un ánima (que llamaban
kashpi) y que había una vida post-mortem detrás
de las estrellas, pero los muertos no tenían ulterior
contacto con los vivos a menos que se tratara del espíritu
de algún xo'on.
Contaban con cantidad de mitos, asociados
a cada uno de los cuatro cielos en que dividían el
espacio. Había mitos tanto explicativos del mundo y
sus particularidades como seudohistóricos, recreativos,
etc. En esos mitos los personajes principales eran: Kenosh,
Kuanyip, el Sol y la Luna. El primero era el más antiguo
de todos los antepasados y se había encargado de organizar
el mundo en que vivían los selk'nam, de modo que estos
pudieran aprovecharlo. Kuanyip era un héroe dual que
podía ser tanto benefactor como antipático y
egoísta. El ser más peligroso y maligno, capaz
de cometer verdaderas atrocidades era la Luna, a la que consideraban
femenina.
El hain era la ceremonia más importante
de los selk'nam. Durante su desarrollo se cumplían
roles tanto de capacitación (pues era el momento en
que se trasmitía el conocimiento de mitos fundacionales
de gran riqueza simbólica a los candidatos) como de
evaluación (pues se los examinaba en lo referente a
las capacidades desarrolladas para enfrentar las tareas propias
de la vida adulta). Como parte del examen para ser reconocidos
como adultos y cazadores, los candidatos debían soportar
exigencias que demostraran dominio sobre sí mismos.
Cacerías solitarias, limitación de los movimientos
permitidos, de la expresión, del sueño, alimentación
escasa eran las más frecuentes. Se les exhortaba a
corregir su carácter. Pero lo más importante
era la iniciación e ingreso de los varones a una cofradía
masculina encargada de mantener la sumisión de las
mujeres, sobre lo que se basaba la estructura social selk'nam.
Se les narraba el mito fundacional: antiguamente la superioridad
social estaba en manos de las mujeres, capitaneadas por la
Luna, que disfrazándose de espíritus hacían
creer a los varones que éstos las respaldaban. El Sol
descubrió el engaño, los varones dieron muerte
a todas las mujeres adultas y decidieron aplicar en provecho
propio la simulación. La Luna, escapó de la
masacre huyendo al cielo, donde sigue siendo perseguida por
el Sol. La iniciación de los adolescentes incluía
la revelación de que los espíritus no eran sino
hombres disfrazados. Los varones cuidaban de no ser descubiertos:
con máscaras de cuero de guanaco o de corteza y con
otros elementos lograban desfigurar bastante exitosamente
la condición humana de los actores y atemorizaban a
las mujeres con apariciones de espíritus, cuyas personalidades
y figuraciones eran muy definidas. Se suponía que algunos
provenían de las profundidades de la tierra y otros
del cielo.
La ceremonia se realizaba en una choza especial
de gran tamaño, también llamada hain, pero incluía
diversas actividades exteriores. El acceso a esa choza estaba
absolutamente vedado a las mujeres, incluso su acercamiento
excesivo podía ser reprimido con violencia física.
Que un varón revelara a las mujeres lo que ocurría
en su interior podía ser castigado con la muerte, tanto
del infractor como de la mujer que hubiese tenido acceso a
tal secreto. Al parecer, las mujeres espectadoras creían
en la real presencia de los espíritus; según
Lucas Bridges, se enteraron de la simulación sólo
cuando la desintegración étnica estaba ya muy
avanzada.
Había también danzas destinadas al esparcimiento de ambos sexos.
Al terminar la ceremonia, se entregaba a los adolescentes la tiara de cuero de guanaco y se los consideraba adultos.
Hoy la cultura y el estilo de vida tradicionales
selk'nam han desaparecido. No hay quien tenga el selk'nam
como lengua madre. Esta desaparición es una triste
historia plagada de asesinatos, secuestros, desarraigos, etc.
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