Los selk'nam se destacaban en la confección
y empleo de arcos y flechas. La confección de los primeros
era muy cuidadosa; si bien todo varón adulto sabía
como hacerlos, había quienes eran más hábiles
que otros en la confección de los arcos. Además,
no en todas partes del país selk'nam se encontraba
madera apta a tal fin. Esto hacía que hubiese un cierto
intercambio, sea con arcos terminados, sea de madera empezada
a trabajar. Las cuerdas estaban hechas de largos tendones
retorcidos extraídos de las patas de los guanacos.
Había flechas para caza terrestre y para aves marinas.
Aparentemente, según fuera su destino se recurría
para confeccionar sus astiles (mangos) a la madera de arbustos
distintos. Las puntas de flecha eran preparadas con variedad
de rocas; en los períodos más recientes el vidrio
ganó fuerte popularidad para este fin. Obviamente las
puntas de las flechas eran distintas según el tipo
de presa que se intentaba cazar: por ejemplo, para aves se
daba prioridad al impacto por sobre la penetración
y las flechas no eran armadas con puntas sino con una varillitas
transversales al astil.
Los cazadores portaban siempre varias flechas de reserva en aljabas hechas con el duro cuero de los lobos marinos que se llevaban bajo el brazo. La postura habitual para el disparo era sostener el arco en diagonal con un brazo algo flexionado mientras el otro estiraba la cuerda. El culote de la flecha era sostenido entre índice y pulgar y con él se tensaba la cuerda. En el momento de soltarlo, el brazo que sostenía el arco era enderezado, lo que contribuía a aumentar la propulsión. La forma de los astiles y el modo de emplomadura indican que las flechas debían ser muy veloces y tener alta capacidad de penetración. El que las puntas hayan sido en general pequeñas implica que se prefirió mantener la capacidad de penetración por sobre la de choque. Esto significa que eran armas eficaces aún a distancia, pero la información etnográfica indica que se trataba de tirar a los guanacos desde corta distancia para asegurar la potencia y el lugar del impacto y así disminuir las posibilidades de huida del animal herido.
Sus utensilios de piedra eran fundamentalmente fragmentos cortantes, raspadores enmangados y algunos punzones de piedra tallada. Los astiles de flechas eran terminados con ayuda de alisadores de arenisca y piedra pómez. Con cuero de guanaco se confeccionaban bolsos que permitían el transporte de agua por cortas distancias. Con pedazos de tripa o vejigas se hacían bolsitas impermeables. De los cueros de guanacos y pinnípedos obtenían correas. Los canastos de junco eran comunes.
Para obtener ciertas materias primas (como
piedras, pedernales, madera para arcos, etc.) solía
ser necesario el trueque (a veces a distancia), que cumplía
además funciones sociales. La madera apta para arcos
solía circular de Sur a Norte, los cueros de pinnípedos
u objetos recogidos en las playas lo hacían desde la
costa hacia el interior. Desde Cabo San Pablo se distribuía
una roca apta para tallar puntas de flecha, si bien en cada
caso esos bienes podían ser reemplazados localmente
por otros con una leve mengua de calidad.
Etnia selk'nam |
El abrigo tradicional
de los selk'nam era el manto largo de flexibles cueros
de guanaco, aunque a veces también se lo confeccionaba
con cueros de zorros o cururos. No era efectivo contra
el frío pero protegía bien contra el viento.
El manto de los varones era largo: cubría desde
los hombros hasta los tobillos y se lo mantenía
en su lugar reteniéndolo cruzado sobre el pecho
con una mano. El manto de las mujeres era más
corto: llegaba hasta las rodillas y estaba sostenido
por correas que rodeaban el tórax. Por debajo
llevaban una prenda interior a modo de enagua y un cubresexo
triangular. Cuando los varones debían usar el
arco, o si el manto se humedecía, dejaban caer
éste sin vacilación y quedaban desnudos.
También las mujeres se desprendían a veces
de su manto, pero nunca de la prenda interior ni del
cubresexo. |
Como protección contra el frío,
además, ambos sexos se frotaban el cuerpo con grasa
de guanaco mezclada con ocre. Los selk'nam usaban mocasines
de cuero rellenos de pasto y, a veces, polainas. Estos mocasines
tenían corta duración y hacerlos era una tarea,
si no cotidiana, muy frecuente. Los varones se colocaban sobre
la frente, como distintivo de su condición de adultos
y cazadores, unas tiaras triangulares hechas con el cuero
gris de la frente de los guanacos que, sostenidas con dos
cuerdas de tendones trenzados, se anudaban a la nuca.
El cabello era llevado largo y colgante a ambos lados del rostro; a veces lo ordenaban con un peine de barba de ballena y las mujeres lo cortaban sobre la frente en forma de flequillo. Los varones no usaban barba ni bigote y se depilaban las cejas y el poco vello corporal que tenían. A veces se lavaban en arroyos o lagunas, o se frotaban con pasto o musgo húmedos, pero el aseo no solía ser ni diario ni sistemático.
Los selk'nam solían pintarse con pigmentos
negro, blanco y rojo con motivos y diseños sencillos
pero variados, que podían tener significados relacionados
con las situaciones que se estaban viviendo o los estados
de ánimo. También usaban collares de tendones
o con cuentas de segmentos de huesos huecos de aves, así
como muñequeras y tobilleras de cuero, de tendones
trenzados o de juncos. Se practicaban algunos tatuajes sencillos.
La familia selk'nam podía estar formada
por padre, madre, hijos y ocasionalmente otros parientes.
El parentesco era consanguíneo y reconocido tanto por
línea paterna como materna; había términos
diferentes para designar a los tíos de uno y otro lado
y distinciones por edad entre los hermanos. No obstante la
bilateralidad, en el matrimonio la mujer se incorporaba a
la familia del marido. El lugar de residencia era siempre
el de la familia del esposo y los hijos se integraban al linaje
paterno.
No había normas fijas en cuanto al momento de imponer nombre. Éste solía aludir a particularidades personales o ser completamente arbitrario. Los niños solían ser tratados con indulgencia. A partir de los cuatro años comenzaban tratamientos algo diferentes según fuera su sexo. Las niñas comenzaban con las tareas propias de su sexo a edades más tempranas que los varones los del suyo.
La primera menstruación de las muchachas daba lugar a algunos días de ayuno, silencio, pinturas y consejos. Para contraer matrimonio, los varones debían pasar por la ceremonia del hain, lo que habría ocurrido hacia los 17-20 años.
La consanguinidad era considerada impedimento para el matrimonio, por lo cual la esposa solía ser elegida fuera del círculo de parientes de trato cotidiano y a menudo en linajes lejanamente residentes. Tanto podía ocurrir que el matrimonio fuera arreglado por los padres sin consultar a la interesada, como que el aspirante enviara a la muchacha un arco de pequeño tamaño; ella podía no aceptar pero, si se pintaba de cierta manera y retribuía el arco con un brazalete, se daba por hecho el compromiso. A partir de allí no había otras ceremonias que cumplir. El marido simplemente llevaba consigo a su flamante esposa, o a lo sumo se celebraba un banquete acompañado por la construcción de la nueva choza.
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